Hacía tanto de la vida juntos que ya
el dos de enero caía de vuelta un martes
haciendo que la ceja de ellla, asombrada, se alzara
como un limpiaparabrisas en la lluvia,
para que su tristeza empañada se fuera, y mostrase
el camino despejado que esperaba delante.
Hacía tanto de la vida juntos que una vez
empezó a nevar, parecía interminable;
por temor a que los copos la obligaran a cerrar
los párpados los atajé con la mano, ellos
simulando no creer en aquella devoción de ojos,
me golpetearon las manos como mariposas.
Se había vuelto tan ajena toda novedad
que los enredos del sueño avergonzarían
cualquier hondura que el analista extrajese;
cuando mis labios soplaron la vela,
los suyos, aleteando desde mi hombro, buscaron
unirse a los míos, sin pensarlo siquiera.
Hacía tanto de la vida juntos que aquellas
rosas de papel hecha jirones ya no estaban,
y un bosque entero de abedules había crecido
junto a la pared, y de pura casualidad teníamos dinero.
Hacía tanto de la vida juntos, sin libros.
sillas ni enseres -sólo aquella vieja cama-
que el triángulo antes de surgir,
había sido una perpendicular, la cabeza
de algún conocido cerniéndose sobre
dos puntos que se habían fusionado por amor.
Hacía tanto de la vida juntos que ella
y yo, con nuestras sombras unidas, habíamos compuesto
una puerta doble, una puerta que, aún si nos perdíamos
en el trabajo o el descanso, siempre estaba cerrada:
de algún modo sus hojas se abrieron y cruzamos
hacia el futuro, hacia la noche.
Joseph Brodsky: premio Nóbel de literatura 1987
(nacido un 24 de mayo de 1940)
el dos de enero caía de vuelta un martes
haciendo que la ceja de ellla, asombrada, se alzara
como un limpiaparabrisas en la lluvia,
para que su tristeza empañada se fuera, y mostrase
el camino despejado que esperaba delante.
Hacía tanto de la vida juntos que una vez
empezó a nevar, parecía interminable;
por temor a que los copos la obligaran a cerrar
los párpados los atajé con la mano, ellos
simulando no creer en aquella devoción de ojos,
me golpetearon las manos como mariposas.
Se había vuelto tan ajena toda novedad
que los enredos del sueño avergonzarían
cualquier hondura que el analista extrajese;
cuando mis labios soplaron la vela,
los suyos, aleteando desde mi hombro, buscaron
unirse a los míos, sin pensarlo siquiera.
Hacía tanto de la vida juntos que aquellas
rosas de papel hecha jirones ya no estaban,
y un bosque entero de abedules había crecido
junto a la pared, y de pura casualidad teníamos dinero.
Hacía tanto de la vida juntos, sin libros.
sillas ni enseres -sólo aquella vieja cama-
que el triángulo antes de surgir,
había sido una perpendicular, la cabeza
de algún conocido cerniéndose sobre
dos puntos que se habían fusionado por amor.
Hacía tanto de la vida juntos que ella
y yo, con nuestras sombras unidas, habíamos compuesto
una puerta doble, una puerta que, aún si nos perdíamos
en el trabajo o el descanso, siempre estaba cerrada:
de algún modo sus hojas se abrieron y cruzamos
hacia el futuro, hacia la noche.
Joseph Brodsky: premio Nóbel de literatura 1987
(nacido un 24 de mayo de 1940)
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